Ella vendrá. Sin importar como lo experimentes, ella vendrá.
Y el día y el momento surgirán y todo el dolor, el miedo y el sufrimiento desaparecerán como el viento que desvanece la espuma de las olas, revelando la claridad del océano debajo de ti.
Literalmente sentirás a través de todo tu ser que nunca hubo un sueño.
Algunas memorias tal vez quedarán contigo y sabrás que en alguna parte debes haber soñado un sueño o tenido un pensamiento interrogante sobre cómo sería ser de una manera distinta a la que Dios te creó, pero será tan vago el eco que no dejará ninguna huella sobre ti.
En tu corazón sonreirás gentilmente sin importar las circunstancias en la que te encuentres.
Habrá paz desde la corona de la cabeza hasta la punta de los dedos de los pies, y esa paz caminará delante de ti donde quiera que vayas.
Entrará en la habitación antes que entres con un cuerpo, y aquellos quienes se estén volviendo sensibles se preguntarán quién ha venido a su lugar.
Y alguno incluso dirá, “Observen, yo creo que Cristo ha venido a cenar”.
Y serás ese Uno, porque eso es quien eres –Cristo eterno.